domingo, 15 de septiembre de 2013

¡Que parida!



En la casa todos tenían sus ojos fijos en el partido de Honduras y Panamá, una escena que se repetía en el resto del país sin duda

Los gritos encontraban eco en el resto de la casa, la alegría se notaba en los miembros de la familia y eso se reflejaba en el resto del barrio. Un grito de asesinato se escuchó en la casa vecina, pero era también de celebración. En la televisión no dejaban de repetir “nos fuimos, nos fuimos”, mientras transmitían a los jugadores en el vestidor. Nos fuimos a Brasil.

7 horas antes

El bus avanzaba con bastante prisa, no era la hora pico todavía y podía moverse con bastante facilidad por las maltrechas calles de Guadalupe. Por la ventana se observaban en los edificios banderas de Costa Rica, pequeñas y grandes. ¿Acaso es una expectativa para el partido de la noche?, me pregunté. Claro que no, solo que el partido coincidió con la celebración de la independencia. Mientras veía esas banderas, en mi cabeza rondaban las palabras de Carlos Sandoval, que la noche anterior en televisión dijo que Costa Rica era un país relativamente triste y que el fútbol traía algo de alegría. ¿Será eso cierto?

Media hora antes del partido, a eso de las 5.30 pm. La casa se preparaba para verlo, a correr para terminar las labores domésticas. Uno lavando los trastes, la mamá programando la lavadora en automático, otro preparando nachos para ver el partido. No a todos les gusta el fútbol en esa casa, pero era casi un deber verlo. En la televisión Eduardo Li, decía “ojala ganemos por el pueblo”, eso hizo que recordara las palabras de Sandoval. Otra persona, Benito, hablaba con los aficionados costarricenses en Jamaica y decía “recuerden comer con boquitas tesoro del mar”. El hermano mayor de la casa respondió a eso con la frase “el fútbol es el opio del pueblo”. ¿Entonces el opio hace feliz a un pueblo?

Sonó el pitazo de inicio unos minutos después, todos en la casa emocionados, pero no dejaban sus nachos al lado. Así transcurrieron los primeros minutos con varias jugadas de acercamiento de Costa Rica en el minuto (min) 5 y 13 y Jamaica también hizo varias jugadas peligrosas. Pero poco a poco la familia no le prestaba tanta atención al partido y hablaban entre sí, de lo aburrido que estaba el partido o de cosas de la vida familiar. “Peligro, Jamaica nos ataca”, rompía las conversaciones y volvía de nuevo los ojos a la pantalla, todos respondía con  “¡uhhh! ¡ahhh!”. Y volvían a la conversación. Así terminó el primer tiempo, con cero goles y con los espectadores de la casa algo aburridos.

El descanso fue el momento para reabastecerse de comida, para ir al baño y para el hermano menor de la familia conectarse a Facebook y comentar “que mejenga más mala”. Las redes sociales desde el inicio del partido estaban repletas de comentarios, algunos buenos y otros malos. Hasta profesores universitarios comentaban, “este país es tan bipolar”, “mae que pasa”. ¿Pero no era que el fútbol alegraba el pueblo?

Volvió a iniciar el segundo tiempo, en la televisión para cada comentario había un patrocinador. “Comentario Macdonaldd, repetición Pipasa”, repetían una y otra vez los narradores. Sin duda las empresas no desperdiciaron un partido que estaba viendo casi todo el país. En la casa reabastecidos de comida y refrescos, el ambiente se puso más alegre, “vamos se puede”, se escuchaba esporádicamente.

Yo empecé a sentir el opio viajando por mis venas, me sentía ansioso, como si yo estuviera jugando ahí. La esperanza llegó al min 28 del segundo tiempo, un gol del Chiqui Brenes. Un grito estridente  retumbó por toda la casa, “nos vamos al mundial”, ya no había nachos, pero la emoción fue tanta que  la comida no era importante. Ya no se daban las conversaciones, todos los ojos estaban en la televisión y cada vez que el narrador decía “Peligro, Jamaica nos ataca” se paraba el corazón de más de uno, incluyéndome.

Solo faltaba un minuto y medio para clasificar al mundial, pero las piernas de Jermaine Anderson del equipo de Jamaica alejó ese sueño un poco, volvía el fantasma de la eliminatoria anterior, poco antes de terminar el partido un gol. En la casa nadie lo podía creer, “el karma” decía la madre. Si “pierde Panamá, igual clasificamos” decían en la televisión, mientras entrevistaban a los jugadores notablemente deprimidos.

Nadie en la casa pensó horas antes que terminarían viendo el partido de Honduras contra Panamá. El hermano menor publicaba en Facebook “vamos Honduras”, la clasificación dependía de los catrachos y el ambiente en la casa fue casi de infarto. En Facebook otra profesora publicó “para qué hacer las cosas fáciles cuando pueden ser difíciles #largaespera”, otros comentaban sus odios contra el opio del pueblo, al parecer no habían caído en el vicio.

Volvió a caer la desgracia, gol de Panamá, mi corazón se aceleró con desenfreno, “pero si se mantiene el empate igual ganamos” decía el hermano mayor de la casa. Ya ni los refrescos ocupaban la atención en la casa. Los minutos avanzaban y los ojos se quedaron fijos en la pantalla. Era como año nuevo, todos en Facebook, en la casa, en el resto del país haciendo la cuenta regresiva. Sonó el pito y Costa Rica clasificó al mundial. Gritos, gritos y más gritos fue lo que ocurrió en la casa y en todo el barrio. En la televisión los jugadores bailaban y había mucha agua o licor en el vestidor. La alegría de Celso Borges se sentía en la casa, aun estando tan lejos y exclamó “¡Que parida!”.




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